Tuve un afortunado encuentro con los cisnes
que marcó toda mi vida,
un momento milagroso entre el lago y el bosque.
Ellos inventaron la quietud.
Los cisnes saben ver adentro del alma
porque no conocen la ira, son espirituales.
Yo iba caminando sobre el agua al lado de los cisnes,
hablé con ellos y sentí que toqué la eternidad,
que había vivido siglos en un éxtasis de la divinidad
donde solo cabíamos el amor y yo.
FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ, Nicaragua
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