En nuestra esencia anida la alegría
más entusiasta, más acogedora,
donde habita la luz merecedora
del fruto ajeno a la melancolía.
Una alondra nupcial siempre me envía
un ramo de claveles cada hora,
porque conmigo vive una pastora
que, con su amor, me hace compañía.
¡Alegría! ¡Alegría! Flor de vida
para este mundo erguido, en su calvario,
que finge no tener negra su herida.
Para el gozo jamás hay adversario
que mute la alegría en voz perdida
ante la opacidad del mercenario.
Carlos Benítez Villodres -Málaga-
Publicado en Pensamiento
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