Un rumor gira en mi cabeza.
Exactamente no sé que es, ni sé a que se refiere.
Está en mi cabeza porque lo oigo,
de eso estoy seguro, pero no acabo de entender
con claridad de que se trata.
No son palabras, no son olores, es una música,
una música que no acierto a reconocer del todo.
Sin embargo hay partes que me suenan
de una época lejana, de mis años estudiantiles,
de aquellos difíciles pero alegres años de carrera,
cuando todo se veía tan lejos y todo eran rumores.
Pero no era esa música, era otra nueva, de hoy,
intensa, profunda, como un grito de ayuda,
que no acabo de aclararlo, de entenderlo.
Me voy a dormir y el rumor girando insistente
impide que mis ojos se cierren, que el sueño llegue.
Doy vueltas en la cama tratando
de apagar el rumor pero es inútil,
no se va y la angustia se va apoderando
de mí bañando mi cuerpo en un sudor frío
que me hace temblar de pie a cabeza.
No sé que hacer. Tengo que ocupar mi mente
para que el rumor cese y llegue el descanso.
Me levanto temblando, me pongo una bata,
voy a la biblioteca, cojo un libro al azar,
lo abro por las diez últimas páginas
y leo con avidez buscando el final
esperando que este final coincida con el del rumor.
Todo siguió igual. He de buscar otro final
que acalle el insistente rumor
porque si no lo hago no dormiré esta noche.
Busco en la biblioteca. No encuentro el libro
apropiado que libere mi cabeza del doloroso rumor.
Al fin tropiezo con un título relajante,
un título que me devuelve la paz, y adormece el rumor.
JOSÉ LUIS RUBIO
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