Mi tierra huele a agobio
le pesan las derrotas
y la hiere tanta desidia.
Trae alforjas mojadas
de lágrimas amargas
de un pasado presente.
Sus hijos dan encomio
a irresolutos patriotas
aguijoneados de acidia.
Sus calles están hastiadas
de un rojo que todo tiñe
de impunidad absurda.
Lleva marcas invisibles
de abiertas heridas
y de penas inconclusas.
Sus madres ya marchitadas
por el llanto que las ciñe
con esta realidad burda.
Mi tierra dice basta
a su pueblo dormido
en laureles inauditos.
Carga cadenas pesadas
y de aflicciones largas
al sentirse impotente.
Y la verdad nefasta
de su corazón herido
besa sus suelos benditos.
Mi tierra grita ya es hora
de que su gente despierte
y la arenga a que se decida.
Con ese amor de otrora
que a veces parece inerte
pero que está lleno de vida.
Flavia Lorena Alderete
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