Cuando una loba está recién parida
-donde la muerte siembra el desapego-:
¿cuándo bastó el fervor, oh Amor, de un ruego
para saciar el hambre de la vida?
Si había dos, alrededor del fuego
-y entre las sombras una cierva herida-:
¿por qué a ti, entonces, te bastó ser ciego
para que yo la diera por perdida?
-lnquirió Lot a Dios, hecho una llama-.
-Y añadió-:cuando bajan por tu ombligo,
¿qué distingue a una puta de una dama?
¡Nada!, salvo que si esta asió el testigo
-mientras llueva maná y haya castigo-
¡no lo suelta, hasta ver que no derrama!
Antonio Ramos -España-
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