Llegas a mí desde el misterio de tus soledades encendidas.
Apareces, y un destello lujurioso de mirada de fuego quema mis pupilas
cuando me sonríes con tu aliento a fresas y ardiente, me robas mil vidas.
Y así, entre un embrujo y lo real, nace el milagro de tu cuerpo.
Tu belleza se parece al cielo, cuando en sus rojas auroras florecen flores
allí donde buscas amor, en tu horizonte de fuegos y gratos resplandores.
Tus curvas, mujer, rompen los embrujos al amparo de las profecías.
Desatando en mi alma música y pasiones y escribir con fuegos mi poesía
y amarte hasta que mi vida no exista, y este deseo que fluye al alma mía.
Embrujas mi cuerpo y alma, con la luz de tus ojos color del fuego.
Me llevas a penumbras de tu madriguera y una extraña ternura y congoja
entre las brumas de bosques encantados, donde vuelan luciérnagas rojas.
La brisa perfumada se torna amante y tibia, con tu aliento de fuego.
Tu boca ardiente vierte risas de invierno que revelan tus secretos eternos
y tus manos tibias trazan surcos de fuego a mi espalda, en vuelos etéreos.
Has despertado en mí, embrujos y locuras de lujurias apasionadas.
Tu desparpajo y tú desnudez, van gestando una tormenta en mi morada
cuando mis manos buscan las turgencias de tus pechos de ti enamoradas.
¡Eres tan hermosa! Como un capullo encendido, de una rosa roja.
Padezco tu amor imaginando no tenerte, y con dolor en la misma sangre
cuando mis otoños se mueren en tus primaveras, con mi pasión que arde.
Aunque me robes el alma, entre tus embrujos apasionados,
te amaré hasta verte volar a tu infierno, de ti enamorado.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-
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