Era de noche y yo solo en mi cama,
donde no sé si purgaba mis pecados
o intentaba escaparme de unas
fiebres de un agudo sarampión,
de aquellos del pasado.
Me encontraba en la cama de aquella señorial dama,
que era mi abuela materna;
me sentía bien, bajo su protección,
mientras me curaba, pero tenía una hija;
Ana María, se llama.
No sé si era por costumbre, por incompatibilidad
de pareceres o, por hacer
mi convalecencia más amarga...
el resultado, que la discusión con su amor,
cada noche era más dura y larga.
Luego tuvo un final feliz: pues terminó
felizmente casada con él...
la presencia de mi abuela, flotaba cariñosa
y ancestral en aquella sala,
con su majestuosidad, con garbo y gentileza
como una señorial dama que era...
Aún hoy, sigue en la orgullosa vetustez del muro,
su foto colgada: yo la miro junto
a su esposo, en el fondo de la foto;
con su opulencia señorial, que causan cierto
respeto y admiración, sólo mirarla.
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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