Y miré, el cielo, y vi a una bella mujer dibujada en el sol de la mañana que se bañaba en el agua limpia, clara y fresca de la cascada cual alegría de dalia. Y tomé, aquella pluma y escribí en el arco iris un poema de amor. Y tomé aquel pincel y retraté en el campo un ramo de flores. Y tomé aquel cincel y esculpí en el mármol un retablo de palomas. Aquel poema de amor, era un corazón, una canción, un ramo de flor de las iglesias, un retablo de palomas. Y ella, seguía, en el cielo recostada en el jardín, como una gatita me veía, y sonreía, como la luna, y saltó, del cielo, y se posó en mi cuna, y me dio la patita, y movió la colita, y anduvo, a mi lado, la arena mojada y el agua espumosa de mar, y se paró en la neblina, y observó la lejanía, y se sentó en la ola y en la brisa de la gaviota, al canto de los caracoles. Y cerré, los ojos, a ese beso de amor, y abrí los ojos, y miré el cielo, y solo vi a una dalia.
MANUEL RICARDO PIZARRO DE LOS SANTOS
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