Para las mujeres que olvidaron lo que realmente son
Me quedé plantada como un árbol. Me salieron raíces y mi cabello se cubrió de hojas.
Con el tiempo, las hojas cayeron y se amontonaron a mis pies.
Un día, un ruiseñor me cantó una canción al oído. Moví mi cabeza enérgicamente y las hojas empezaron a caer. Rompí las raíces de mis pies y me asomé al espejo.
¡Era una mujer!
Y entonces, me puse unos zapatos de tacón, me pinté los labios de rojo, y antes de salir por la puerta dando un portazo, me sacudí una hojarasca que se me había quedado en el hombro.
Niza Loguer
Finalista de VI Certamen Microrrelatos Libres Memorial Isabel Muñoz
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