Yo confieso el dolor. Yo lo confieso
porque es justo y humano, y nos parece
que sin él cuanto vive y cuanto crece
no nos fuera posible. Tal por eso
no me acalla el amor, aunque su peso
quiera hollar la ternura que acontece,
porque siento que amaina, hasta fenece
si me das tus mejillas y te beso.
Si es dolor por dolor infinitivo,
lleno está el universo por doquiera
circundando las mieses y el olivo.
Si es dolor por amor, la verdadera
razón que tuvo el Cristo sensitivo,
¿Quién de nuevo, bendito, la tuviera?
Del libro “TESTIMONIO AMERICANO” de
JERÓNIMO CASTILLO -Argentina-
Publicado en la revista Oriflama 30
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