Si los políticos percibieran que el arte de saber robar bancos con estilo y toque cultural de altos vuelos tiene sus ventajas, ganarían prestigio imitándolos sin tener que pagar derechos de autor.
Todo posible riesgo de tener ahorros de muchos años de sacrificios, en esta novela es pecata minuta, con original estilo y sin hacer daño a la clientela, aunque si al banquero, es como nos lleva Christopher Brookmyre por una galería rocambolesca de sucesivos sobresaltos de novela negra rebosante de humor e ingenio, aunque lo cortés no quita lo valiente. Al contrario, pues paralelamente se expone una fina y realista crítica social y política. Ya para desarrollar con buena fortuna su poder literario mezclado con la más imaginada inventiva de escenas que descolocan todo previsto de posibles sucesos que se puedan esperar.
Por lo que Zal dirigente de la banda. Especialista, culto y sagaz ladrón apasionado del arte y lo inesperado, detecta que su gran jefe quiere hacerle una jugada con trampa, complicándolo en un robo de mucha altura. Pero claro, como no se fía ni un pelo de tan alto mafioso, decide a fin de estar en forma practicar como entrenamiento, robar un pequeño banco realizando prácticas con los métodos más sorprendentes y divertidos, acompañado de un diseño cultural para quitarse el sombrero. Y no es que uno esté por los ladrones de bancos, aunque, sin estar de acuerdo, conviene reconocer que estos métodos no alteran el orden establecido de los clientes. Si se practican con los más estrambóticos y civilizados métodos para conseguir desbalijar sus cajas donde se guarda el dinero sin por ello molestar a la clientela que se encuentra dentro de su trajín diario.
Francisco Vélez Nieto
Publicado en MUNDIARIO.
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