He dormido en el regazo
del hombre que amo
mientras la noche avanza.
En las ardientes llamas
se consumen narcisos blancos.
Con el ritmo repetitivo de campanas
me despierta el almuédano
aún antes que clareen
las crestas de las sierras.
Las primeras hojas otoñales
arrancadas de los chopos plateados
caen sobre el rocío de los nenúfares.
El bullicio del día se inicia
con los incipientes destellos de la luz.
El aire huele a manzana.
Los hombres cruzan
hacia los zocos y las mezquitas
donde el Imán convoca
a la oración de la mañana.
Del libro Reloj de candela de
Irelfaustina Bermejo
Publicado en Acantilados de papel
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