Adoro el primer día,
amarte de esa forma
loca,
adolescente,
la borrachera tibia
y el delirio,
tus manos en mis manos,
mis ojos
en los tuyos,
sin voz para decir
lo que callamos,
ese momento en el que toda tú
eres nueva
y al reloj
se le pierden las horas,
sin derivas que huelen a rancio,
lejos de los casados
y cazados,
prendidos,
rendidos,
cansados,
esa decena de meses,
año y medio,
en el que todavía
existe una esperanza,
y me sabes a nuevo,
a desafío,
como pan recién hecho,
un libro con las páginas en blanco,
cuando tú no eres tú todavía,
ni yo me reconozco
entre tus brazos.
Quédate así,
limpia,
secreta,
oculta,
no te me eches encima
como un alud de barro,
ni te me enganches
nunca,
y nunca pidas
más de lo que soy capaz de darte,
para que pueda amarte como quiero,
para que no resbalemos cuesta abajo,
y no llegue a aprenderme tus lunares,
y jamás te acostumbres
a mi nombre.
Carlos Bonino
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