A Yoel Mesa Falcón
En la Plaza antigua de lo que fuera la ciudad
donde mi cabeza es un vertedero
y las voces rojas sobre las paredes chorrean sangre
está alguien que no eres tú ni es otro.
Pero por un instante nuestras miradas son las mismas
entre tanta gente como entre tantos anuncios
entre el frío rejuego de ser lejana penitencia.
Un hombre con la cabeza que me pertenece.
En las manos con lo mucho y poco que conozco
me habla y puedo sentir su respiración en mi respiración
su aliento podrido en el mío dibujado.
De enorme relieve las manos que alzadas a quién claman
mi Dios a quién acuden después de esta amputación
y esta limpieza de no perder ya nada
de que en su piel mi piel se pudra.
Porque yo no es otro es uno mismo dividido
la prolongada inactividad
el cáncer que vamos tragando que nos traga
y nos da la bienvenida:
Bienaventurados los de doble muerte
porque para ellos no habrá más que un sólo infierno.
Bienaventurados los que fueron ignorados
porque ese ha sido el castigo.
Bienaventurados los que lloran
porque llorarán con ganas llorarán.
Bienaventurados los mutilados
porque su cabeza algún día tendrá otro precio...
Y el pan ha de ser el mismo
sobre la ríspida mesa ha de estar igual
sonriente y mudo pero sonriente
para que en la Plaza de lo que fue la ciudad
demos una nueva bienvenida
ahora que mis ojos y los tuyos se mezclan
y puedo ver lo que no ves
oír todo cuanto no oyes
deglutir mi pan en otra saliva
mi hambre comer, de mi propia sangre ser sepulturero
mientras el polvo las hojas secas son arrastradas
movidas por mi instinto que ya no me pertenece.
En el silencio de las calles
contra qué y para qué diré Cuerpo de mi alma
o alma que ya no estás en mi cuerpo.
¿No padeces ni sientes el frío cuchillo que té lástima
el inválido fruto de toda alegría
de amar y ser en el fondo, final de tan pobre existencia?
De ir y venir a merced de lo que dentro nos domina
esclavos del peor imperio
degollados sin decir siquiera nada
como sonriéndole al bufón que fuimos
al que somos y seremos desde la fundación del Mundo
y nadie ha de morir en mi memoria
porque no tengo memoria y morir para nada ha resultado
o mi significado es algo extraño acerca de la muerte.
Viva la muerte
viva yo verdaderamente junto a ti y aquellos
al lado del nacimiento pero lejos de la Plaza
lejos de la ciudad de lo que un día conocimos
y ahora conozco que todo de nada me ha servido
que mi incredulidad ayuda a comprender
a no creer y a la vez encontrar una mejor respuesta
otra forma de máscara otro modo.
Yo como buen inexistente que soy me atrevo a hablar
de las cosas que aún no han resultado
como esta tierra fría que cubre mi cuerpo
el cuerpo que está dentro y espera, no el podrido
o el que ves, no este ni aquel ni el que imaginas
saliendo de la tierra que la voz hoy cubre.
Porque permites y dejas que tu propio pie te aplaste
porque no sabes que en tu cabeza está el veneno
de la serpiente y su letal mordida
en la fruta de tu conciencia
atravesada como venado en vuelo.
Estás escuchando entiendes las palabras
el lenguaje del agua aceptas
para entonces irás purificado
suciamente limpio pero purificado
alzándose flotadiza tu imaginación que no está y vuelve
que se ensancha como globo
de lo que vendrá y lo que has visto
en la Plaza de lo que fue nuestra memoria.
Del libro DEL SILENCIO Y OTROS CORDEROS de
CLAUDIO LAHABA
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