Bajo el yugo, los bueyes, lado a lado,
siguen su único, rítmico destino,
y avanza el carro, lento, en el camino,
sin perturbar la siesta del poblado.
En el yugo hay unión, pacto forjado
por el imperativo campesino;
y el canto de las ruedas, si cansino,
habla de unísono quehacer logrado.
Quisiera de este modo subyugarte,
siendo conmigo imprescindible parte
de cada afán impuesto por la vida.
Un mismo yugo de igualdad y empeño
encuadrado en un ámbito hogareño
sin exigencias, pero a mí ceñida.
FRANCISCO ÁLVAREZ HDALGO -Los Ángeles-
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Hace 18 horas
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