Cuando miro las casas
al lado del camino del tren,
abnegado y vil,
deseo bajar
y que alguna puerta se abra para mí.
Mamá estaría deseando
algo tan hermoso para su hijo.
Luego veo gasolineras, fábricas
y autos viejos
que ya no dan para más.
Una cruz en lo alto de una iglesia
me hace mirar al cielo
y rezar no sólo por mi madre,
sino por todos aquellos
que necesiten un buen deseo,
una migaja de mi aliento
que aún pueda dar.
Yo que poco creo
y me siento muy vencido.
Miguel Ildefonso -Perú-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 35
domingo, 9 de junio de 2013
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