domingo, 10 de marzo de 2013

TEMPESTAD


Dibujando las entrañas de mi propio autorretrato
hallé trazos de un alma rescatados del naufragio.
Solitarios, navegando en los olvidos
por el mar de los errores y no pocos esplendores.

Recordando las mañanas de un pretérito inmediato,
despertando en amalgama de sudores y de abrazos,
sin horario, respirando eternidad,
no supimos divisar nuestra propia tempestad.

Recortando anocheceres nos amábamos en calma
y cada vez más breve, desprovistos de palabras,
nuestros besos nos callaban y con ellos los placeres
de escucharnos las miradas anegadas y silentes.

Y llegó la tempestad, la que nos duele,
la que no sabemos como viene, la que no se va,
la que arrasa sin mirar como sal sobre la nieve,
la que enrosca las entrañas en rencores y deviene
en floridas artimañas que ya nunca se detienen.

Y llegó la tempestad, la que nos daña,
la que clava su guadaña en aparente frialdad,
la que hiere sin hablar como hieren las migrañas
invasoras y calladas a mi forma de pensar.
La que olvida terminar, la que agarra.

Y se fue la tempestad, y yo me sigo dibujando.
y se fue la tempestad, y al momento de pasar
todo aquello se hace extraño
pues me sigo dibujando
entre noches recortadas
por silencios y por calmas
de otra nueva tempestad.

Gustavo González -Valladolid-

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