Buenos Aires 1976, una mujer daba
su último combate.
A Rodolfo Walsh
A Vicky Walsh
“Anoche tuve una pesadilla torrencial
En la que había una columna de fuego
Poderosa pero contenida en sus límites
Que brotaba de alguna profundidad…”*
De un mar oculto en una botella rota
quebrada en un combate natural
en infinitudes de vidrios y ráfagas
que incendiaban sus límites
las terrazas sobre las casas bajas
y el vestido de niña.
Porque eras una niña así como a la 1.10 hs.
cuando se reciben los informes del infierno,
en los ojos trizados,
en las explicaciones, en esa carne viva
en lo breve, en lo inútil
donde todo se pudre.
Ahora sólo hago cartas sobre filas de botellas
que quiebro con los tiros
con los tiros, con el calibre del revólver que llevo
en la cintura
por si nos sorprenden en el último gesto
en la oscuridad
o en la humedad de la bebida que marca la miseria.
Hablé con tu madre
quien te inventó en tu vestido rojo
y sólo se despide en los alientos que deja el frío
en el espejo, orgullosa.
(Pero no habrás de saber
que se muere en la ignorancia
que tu padre en el relámpago de otras ráfagas
no tuvo cómo acercarte una carta a la botella rota
o a un sitio más normal, más célebre, más alto,
para que la muchacha no fuera excedida por la suerte
excedida por la barbarie, por los torrentes
del que escribe luego de tu padre).
Del libro Visión retrospectiva de la botella de
Juano Villafañe -Ecuador–
Publicado en la revista Estación Quilmes
No hay comentarios:
Publicar un comentario