viernes, 29 de marzo de 2013

IRRECONCILIABLES


No es cierto que no encuentre atractiva la Navidad. No es cierto. Simplemente ya no me hace sentir lo que sentía cuando la fui descubriendo entre hojas de acebo, turrones, regalos, copas de champán, belenes, nieve, luces de colores…

Tenía yo unos 8 años (los años anteriores se han borrado de mi memoria como por arte de magia). Faltaba menos de un mes para Nochebuena, y un domingo por la mañana fui con mis padres y mi hermana al monte que hay frente a la plaza de toros a recoger musgo para nuestro belén. La sensación que me recorría todo el cuerpo esperando y preparando esos días que iban a llegar era del todo indescriptible. Supongo que es lo que todos sentimos de pequeños y lo que aún sienten algunos de mayores.

Por la tarde subimos las cajas de los enseres de Navidad del trastero y entre todos empezamos a montar el belén (hay que hacerlo con un cierto tiempo de antelación, que luego te pilla el toro y los detalles tienen que estar acabados y perfectos). La emoción no era solo por hacer un belén chulo, lo más real posible y un árbol lleno de colorido con sus bolas y espumillones, la emoción venía por el hecho de compartir eso con toda la familia; prepararlo con los padres y la hermana y ver cómo lo disfrutaba el resto de familia cuando venía a comer o a cenar a casa.

Comíamos entre risas y viandas exageradas, salíamos a pasear al centro del pueblo dejando blancas huellas por el camino para ver algún belén público, disfrutábamos de la fría brisa que nos golpeaba por todo el cuerpo, volvíamos a cenar todos juntos, cantábamos villancicos, los niños preparábamos alguna actividad para mostrar nuestros talentos a los adultos. Estábamos tan unidos…

Pero hace años que las cosas han cambiado, parece que ya nadie siente nostalgia por estas fechas en la familia. Los últimos años se han basado en una vacía desilusión que hemos llenado con enormes comilonas.

Sin embargo, yo he decidido que este año mis navidades serán diferentes. Una sola persona mirará mis ojos tristes, una sola persona logrará hacerme olvidar esa rosa marchita que siempre pinchará mi corazoncito con sus espinas. Solo una persona me cogerá de la mano y me llevará a bailar a un salón donde el suelo, como un río, refleje el lujoso techo y un piano entone una canción de Michael Buble. Iremos vestidos para la ocasión y viviremos una noche mágica como yo siempre he soñado, pues hay momentos en la vida de todo hombre en que es preciso soñar. Solo una persona me hará el amor a altas horas de la madrugada y conseguirá que mis navidades sean del todo ajenas a la tradición que tanto me pesa.

Susana Maroto Terrer -Soria-
Publicado en la revistas Arena y Cal 199

No hay comentarios:

Publicar un comentario