miércoles, 27 de marzo de 2013

EN EL SIGLO XV Y EN EL XXI


Por Rosemary Maciá

Bajo la influencia de Savonarola, en Florencia fueron quemados en la “hoguera de las vanidades” cuadros de Boticelli, libros de Bocaccio, de Petrarca y quién sabe exactamente cuántos más, por ser considerados pecaminosos. Incluso se dice que después de un sermón de Savonarola el mismo Miguel Ángel se cuestionó acerca de sus sensuales desnudos (afortunadamente no se le dio por destruir ninguna de sus maravillosas obras). Era el siglo XV, eso lo explica todo, y al monje dominico no le faltaba razón al denunciar la corrupción que existía tanto entre los gobernantes de turno, como en las altas esferas de la Iglesia. Lo que sucede es que al igual que todos los fanáticos, terminó confundiendo las máximas expresiones del espíritu humano con las manifestaciones del mal.

      Pero hoy, en pleno siglo XXI, en esta ciudad, en este país y en muchos lugares del planeta, las obras de arte siguen siendo blanco de cuanto fanático aparece, y de otros que sin serlo, por conveniencia se inscriben dentro de la corriente imperante de moralismo y resultan peores, porque sus motivos son siempre más egoístas.

      Y es que no es necesario que las obras actuales estén a la altura de un Petrarca o de un Boticelli, en lo absoluto. Pueden ser modestos poemas de anónimos poetas locales, que simplemente tienen la pretensión de solicitar un espacio en la ciudad para poner a consideración del público lo que hacen. ¡Qué gran pretensión! Se les cerrarán muchas puertas en la cara; y si la obra es erótica, escucharán calificativos como pecaminoso, inmoral, y empezarán a pensar que se equivocaron de época, que Savonarola todavía está vivo y la ha emprendido contra ellos.

      Pero así como los modestos poetas locales no están a la altura de Petrarca, los herederos de Savonarola tampoco tienen su estatura moral. Hasta ahora nadie ha dicho que el monje fuera un hipócrita, parece que era un hombre coherente, que en verdad practicaba lo que predicaba. Los pequeños Savonarolas del siglo XXI distan mucho de eso.

Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena

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