Con leves ascos, con manos, con palabras, el gran
ambicioso ha durado con habilidad frente a dispersas
y prometedoras circunstancias. Amigos y enemigos
dieron precio a su vida; dieron amor, heridas,
olvidos y condenas.
¿Por qué insiste este hombre que apenas sabe entender
y apagar las palabras, apenas acertar con lugar y
momento? Hombre que culpa a la noche por su lucidez
y al día por su ceguera.
Esto de improbable futuro
estos minutos
han sido y son todavía:
lo inducen a volcanes
a orquídeas extinguidas
a salvajes resurrecciones.
Pero no es codicia su insomnio.
Su lucidez imita a los dementes, esa jauría de
prójimos sedientos. Su causa se propaga vorazmente.
Es ácido, es incendio, es epidemia de mercurio.
Ya nacerá la raza que muerda a los vampiros en la
boca, ese gesto de amor que hará de nosotros
amigos implacables de nosotros.
Del libro "Antología poética" de
Mario Trejo -Argentina-
Publicado en la revista Estación Quilmes
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