tan ávido el fervor con que te ofreces;
me siento en tu sonrisa arrebujado,
si en mutua desnudez, más absorbente.
Aún no era amor, pero era tantas cosas
que los enamorados no comprenden…
No eras fruto del mar, titubeando
entre avance y repliegue;
eras expedición a toda marcha,
que cuanto más progresa, más se enciende.
Era la noche súplica y ofrenda,
intercambio de fórmulas ecuestres.
Qué orfebrería en expansión tus manos,
desde el norte del cuello al sur del vientre.
La experiencia es minúscula ventaja;
más quisiera ignorarla, y abstenerme
de todos mis contactos anteriores,
por un día como éste.
Más tarde, en la serena sobremesa
del amor, cuando el ímpetu se tiende,
y en plácido descanso
al diálogo de nuevo retrocede,
supe horadar tu espíritu,
mientras lograbas desnudar mi mente,
orgasmo de las almas,
más hondo, menos breve.
Tantos años bohemios
entre entonces y ahora, tantas mieses
crecidas y segadas, tantas noches,
palabras y placeres,
perfilando en el lienzo de la vida
nuestro propio despliegue
de amantes sin amor, insatisfechos;
y a lo lejos, atrás, iridiscente,
la cita irrepetible,
ante la cual las otras palidecen.
Muchos años después, al reencontrarte,
tu sonrisa, otra vez tan elocuente,
confirmó nuestra mutua sincronía
sobre tal plenitud, que aún me conmueve.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario