domingo, 8 de julio de 2012

NADIE LOS OYE, SINO YO


Tantas cosas me invitan a su juego,
procuran seducirme con rumores
de madrigal, o zambra de colores,
pero consigo hacerme sordo y ciego.

Controlo mis sentidos, me despego
de fragancias, de tactos, de sabores,
amortiguo asperezas y rigores,
y sé hallar el sendero del sosiego.

Mas si puedo cerrar ojos y oídos,
no logro amordazar los alaridos
en que prorrumpe el corazón sangrante.

Nadie los oye, sino yo, intramuros;
residen en los fondos más oscuros
de la desolación de cada amante.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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