Con el tierno regalo de tu dulce compañía mi amada musa
iluminaste mi infancia y le diste color a mi adolescencia
tendiste un puente que me conectó a ti a mi edad adulta
poblaste mi páramo regándolo con tu germen de alegría
Ave fénix que resplandeces como un cristal de nieve
te invoco en nombre del amor, de la piedad o del perdón
como un talismán que realice los sueños más deseados…
¿Quién se animará a separar tu sangre de la mía?
¿Quién se atreverá a romper la cuerda de nuestra lejanía?
El amor no te busca… el amor no te llama...
es que la flor desprendida… no retorna a la rama…
La ilusión mía es un espejo, si se empaña… opaca su reflejo…
quiero acercarme a tu orilla… para unir nuestras aguas...
Aletargado, por un corazón que se encoge en las sombras
que lo cubre todo, como un eclipse universal del alma.
que agota el aliento hasta el éter de las causas imposibles.
Me parece verte llegar entre nieblas celestiales…
hasta siento tu presencia que me cubre y me rodea
con tus brazos huidizos e inestables te esfumas en el ocaso
¿Te acordarás algún día de este hombre extraño
qué te ha besado en la frente para no hacerte daño?
¿te acordarás algún día de este caballero errante?
un profesor de horas lentas, pero con alma de estudiante.
Duerme, mientras yo juegue en tus sueños...
como un fugitivo solitario que dejó en tu piel una huella fresca
Creciste sin olvido ni palabras, como un fruto recién abierto.
No fuiste extranjera, ni a mis palabras ni a mis sentimientos.
En el silencio, eres como un puñado de estrellas diamantinas
una irresistible fuerza que me conduce a tu dulce compañía.
Me duermo pensándote, me duermo esperándote, te sueño...
Y en ese sueño, siento que eres Tú, mi poesía...
Jorge Daniel Pérez -Argentina-
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