II
El baño matutino
ha despejado los últimos
furores de la fiebre.
El jardín aguarda; el parque
brinda al enfermo las frondas,
árboles y malezas trepadoras.
Todo se abre, todo tremola, todo
se redime. Hay lágrimas de celo
en los pustulosos ojos de los enclaustrados.
Guillermo Pilía
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