En esta hora prieta de incertidumbres,
En que los hilos y las puntadas
De las costuras del traje del aire,
Y del medio ambiente en que vivimos
Parecieran estar hechos con los alfileres
Del más virulento y paralizante virus,
Surge ese Sursum Corda, arriba los corazones:
¡El cante del Amor y la Esperanza!
…Y este Cante de jondura que se eleva a las alturas
A pesar de la oscura y espesa incertidumbre,
No sube en espirales con palabras bonitas,
Sino con Hechos, con ese dulce apego
Del ajenjo enamorado que tuvo Teresa,
La bella mujer muchacha de Calcuta…
…Y así, como ella, esta Humanidad hoy apaleada,
Se pondrá de pie de nuevo, y con la alegría vertical
Del árbol centenario elevará sus brazos
Dando gracias a todos los héroes: los médicos,
Las enfermeras, los anónimos voluntarios
Las anónimas voluntarias que lo arriesgaron todo,
Para socorrer a esa mujer muchacha sin edades:
La siempre sufrida Humanidad!
No las palabras de los políticos sucios,
Ni los encaramados en la silla del poder,
No los desalmados que sin vergüenza
Le sacan ganancia a toda tragedia humana,
Aliviarán los azotes y las penas de la Humanidad.
Quienes marcan y marcarán siempre
La comarca del espino y de la rosa,
Quienes hacen sagrado y más llevadero
El brutal peso del madero sobre los hombros,
Quienes en verdad musicalizan
La empinada cuesta del Cante de jondura,
Son aquellos cuyos Hechos
Se elevan en espirales
De sándalo y mirra
Como la más divina aromaterapia.
Lionel Yino Sánchez
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