viernes, 12 de julio de 2019
MI LUNA
Ella me observa desde la puerta de la cocina : el olor a carne asada llega hasta su hocico y tiene la misma mirada que cuando la conocimos.
Era una tarde lluviosa, veníamos de pasar un día en el campo y una llamada de teléfono nos avisaba de que algo iba a cambiar en nuestras vidas. Al otro lado, mi cuñado nos relataba que había visto una perrita abandonada por un campo un camino lleno de barro. Pronto iba a ser la comunión de mi hija a la cual le habíamos prometido que cuando tuviéramos una casa más grande adoptariamos un perrito aún sabiendo que eso iba a suponer broncas con el padre. Llegamos hasta nuestro destino. Llovía a mares y empezamos a dar vueltas por todos lados sin dar frutos nuestra búsqueda. Sara lloraba, mientras sus lágrimas se confundían con el agua de la lluvia.
De pronto, a la vuelta, vimos algo que se escondía debajo de un coche y pensamos que sería ella así que nos bajamos. Era un saco de huesos y apenas se veía, no había manera de sacarla de ahí pues estaba muy asustada. Nos acordamos que llevamos restos de comida en la cesta que traíamos del campo. Sara cogió un trozo de jamón de york y se lo acercó. Salió muy asustada pero conseguimos cogerla.
Al principio nos gruñó, su pelo se confundía con el barro: “Así no podemos llevar esta perrita a casa” le dije yo a mi hij. Mi cuñado, que había estado hablando conmigo, nos dio una idea : “¡La bañamos aquí en mi casa y así mi hermano no protestará!”
Llegó a casa tiritando. Su mirada reflejaba nobleza, llevaba un collar en el cuello. Esa noche durmió en el garaje pues no sabíamos cómo decir a su padre que habíamos encontrado una perrita y que al otro día la llevaríamos al veterinario. Accedió de buen grado para nuestra sorpresa pero dijo: ¡¡Un día, un día solamente, porque al final el perro va a ser trabajo mío!! Así fue. La llevamos al veterinario por si tenía dueño pues al tener el collar pensamos que se había escapado y llevaba días perdida pero nos confirmaron que no tenía chip.
Llo llevamos a casa otra vez y Sara le suplicó a su padre que la dejara un par de días hasta que le encontraste un hogar .De esto hace 11 años. Luna, que así se llama sigue con nosotros, es risueña y juguetona, le encanta cuando vienen niños a casa, le da mucha alegría: empieza a dar saltos como loca.
Conmigo tiene delirio y su padre se enfada porque dice que él es que la baña, le echa de comer, pero ella tiene algo especial conmigo. Cuando estoy en mi cuarto, solo con abrir los ojos sabe que estoy despierta sin yo hacer ruido alguno y no para de llorar hasta que le abro. Me persigue por todas partes. Mis hijos tienen locura con ella, la adoran.
Pero tiene un problema que siempre está al olor de la comida y como veis me observa desde la puerta esperando a ver si le cae algo. Claro que también, nadie cocina como yo.
Mercedes Doello Gómez
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario