Escribir desde un domingo en la tarde es abrazarse con la nostalgia, sentir los huesos dominados por el insoportable recelo de saber que la muerte está cosida a nuestra alma, concebir el fuego de un abrazo que nos libere de la culpa de no haber amado a quien debimos, apreciar que el alma envejece… y que el cuerpo no la quiere acompañar. Cifrar desde el recuerdo de un domingo antes del crepúsculo es convertirse en sábado tardío y conocer de pronto que los recuerdos de los pecados no cometidos duelen más, mucho más, que los que si se cometieron… pero es tarde ya para intentar pecar. Librar desde un domingo que se arrastra hacia su noche, es tener el ánimo pensando en lo que se quiso hacer y no se pudo, y el pensamiento doblando con tristeza por lo que se pudo hacer… y no se quiso…
Victor Diaz Goris
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