miércoles, 5 de diciembre de 2018

UN IMPREVISTO TORNADO


El cielo, de un azul resplandeciente, poco a poco fue tornándose oscuro, denso, plomizo. Eolo, el Dios de los Vientos tranquilo en un principio, empezó a soplar suavemente, como si bostezara, más los habitantes del Olimpo sabían que en él no se podía confiar mucho, jamás nadie podía saber lo que su extraña mente tramaba.
Resopló de nuevo pero esta vez con más intensidad. Los árboles, las plantas y hasta la blanca arena del calmo mar Mediterráneo, empezaron a moverse agitadamente, a bailar una especie de macabra danza. Más el Gran Dios de los Vientos, prepotente y sabedor de su fuerza, siguió rugiendo hinchando sus enormes pulmones, dejando salir de ellos toda la furia contenida desde el principio de los tiempos.
-¿Por qué era tan cruel?- -Se preguntaban en silencio las otras deidades del Olimpo-. Más no, no era maldad lo que con su enorme soplido quería disipar y limpiar Eolo. Sentía tanta pena y horror hacia lo que la raza humana hacía consigo misma y con la flora y fauna de su “hábitat”, que su corazón se negaba a ello, se desesperaba al ver los pocos sentimientos “que esos cuidadores de la Madre Tierra hacían con ella”.
Quería que con aquel imprevisto tornado, se borrara la maldad, la envidia, el despropósito y el mal uso que los llamados “humanos” hacían de un bello planeta llamado TIERRA…

Carmen Adelantado

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