Llueve sobre el fin del año. ¿Será preludio de grandes tristezas, o el aguacero riega la primera de muchas alegrías? La lluvia sabe a navidad, a vino dulce que se derrama de las manos de una mujer deseada con rabia, a manzana detenida y mojada entre los pechos de una dama amada, ansiada y lejana, a beso que se derrite sobre la lengua de todas las respuestas que nunca han tenido preguntas, espasmo de violoncelo que se anuda más a la sombra que a la piel. Diluvia con la fuerza de un abrazo dado con audacia, caricia sorprendida y disfrutada cuando más se la necesita. El agua arrugada, canosa y gris se demora en mis ojos con su forma de gota de nostalgia antes del ocaso, daga de gélido fuego derretido que a todos los rencores perdonó. Gotea sangre y misterio sobre las últimas horas del año. Y ya no sé si es alegría, o el comienzo de un adiós.
VÍCTOR DÍAZ GORIS.
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