Nadie supo nunca de dónde era. Llegó una noche sin luna; sus ojos eran negros y profundos. Algunos vecinos contaban que estaba desnuda en mitad del bosque, acurrucada junto a una gran roca y rodeada de luciérnagas. La encontraron unos chicos que acampaban cerca del río; la taparon con una manta y la acercaron al fuego. Después de observarla largo rato, uno de ellos le preguntó:
-¿Se ha perdido?
-¿Alguien le hizo daño? -Preguntó otro.
Ella los miró, como si no entendiera nada, mostrándoles unas pequeñas y brillantes piedras que llevaba en la mano. En un idioma desconocido -la mujer- le habló a las piedras, la cuales se encendieron como estrellas. Los chicos al principio se asustaron, pero luego sintieron una extraña sensación de paz; al menos eso es lo que contaban los ancianos lugareños.
-¡Qué hermosas son! -Exclamaron con gran asombro- Dormiremos y mañana la llevaremos al pueblo.
Con las luces del alba los chicos se despertaron. La mujer estaba de rodillas, hablando nuevamente a las piedras. Esta vez las piedras se unieron. Se oía una música que los dejó inmóviles mientras veían cómo aquella mujer de ojos profundos abría su pecho guardando en su interior las piedras como estrellas brillantes; después, ella se difuminó en la noche.
Por la mañana los chicos contaban lo hermosas que habían sido las estrellas la noche anterior. Contaron a todos su historia, que con el paso del tiempo se convirtió en leyenda, un mito que los lugareños contaban alrededor del fuego; mirando al cielo, como esperando ver a aquella hermosa criatura.
Loly Soler
No hay comentarios:
Publicar un comentario