Yo me duermo entre las flores de tu pelo
cuando hablan mediodías al oído.
Tú me rodeas con un dedo indice dibujando
en el aire secretos entre las sombras
o el hervidero de un mes de agosto enfermizo.
Él es un nido de fuertes vientos en mi cabeza,
y va sobornando el cielo o en infierno a su antojo,
como un ladrón que juega a ser juez y esconde el botín
entre fisuras invisibles al verbo de cometerlo.
Ella, bendita luna, un trabalenguas entre palabras y versos, paredes.
¿Y nosotros? ¿Dónde estamos, dónde caminamos descalzos hacia el lugar que maniatamos como un santo?
Ellos dejaron de ser nosotros. a ser ella, a ser tú, a influir en el yo, a ser nada comparado con la tierra que mueve los mártires.
ISABEL REZMO -Úbeda-
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