Porque vive de las promesas olvidadas
con esa tranquilidad en la mirada
que a mi propia paz conlleva...
un fino hilo de vergüenza
que sabe que la hace humana
al tomar aquello que desea.
Tiene... la sangre de su tierra
y la tristeza de sus promesas,
sufre el desamor, callada...
pero no calla cuando ama
y ama... aunque la duela
con una pasión que me desarma.
Y tiene... en esos malditos ojos
la condena de mis antojos
y la llave de mi alma...
representa mi amante ignorancia
donde arrastro mi corazón... roto
los días que no me llama.
Sabe contener mis palabras
allí donde termina su espalda
y comienza la agonía
de una sutil caricia
porque nadie puede nombrarla...
mi pecado reside en su sonrisa,
en unos besos entregados con rabia
y ese fuego, que activa
la sangre, allí donde ella manda.
Luis Maria Saiz Laso
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