No hubo silencio,
tampoco olvido,
es la impaciencia,
la espera ansiosa,
el reloj nunca descansa,
las horas se desvanecen,
la angustia se apodera,
el miedo al rechazo crece,
el mundo se torna gris,
los pensamientos no son
los mismos, la vista se nubla,
los ruidos están bloqueados,
sólo se escuchan los acelerados
latidos de un corazón dolido...
se ahogan los sentimientos,
fracasa el amor, la pasión,
y viene la soledad, que abraza
éste cuerpo inerte, sin esperanzas,
que se entrega a la desilusión, a la
amargura... gritos de rabias, y
de impotencia, pero después de
tantas lágrimas, siempre al final,
vuelve la paz, la resignación,
y volver a empezar de nuevo.
María Antonia Delvalle -Paraguay-
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