martes, 4 de julio de 2017

DESEO


Siempre había soñado con ella. Imaginó mil veces su cuerpo,  fantaseó con recorrerlo con sus manos y sus labios, detenerse en cada uno de sus rincones, bajar a los misterios de su secreto, aprenderse sus límites y fronteras, conquistarlo como se conquista una tierra donde uno quisiera terminar muriendo y sepultado. La había deseado tanto, que la amó con ardor en cuantas mujeres pudo, pero siempre acababa invadiéndole el mismo dolor de vacío en el cuerpo y en el alma. Porque nunca era ella.

Pero aquella vez fue distinto. Estaba echada junto a él, con sus negros ojos que lo miraban inquietos, con el torso desnudo y la respiración agitada. Observó su hermoso rostro y la sombra alargada de sus pestañas. Aprovechó, cuando cerró los ojos, para admirar aquel cuerpo tendido y marcado entre las sábanas. Inspiró profundo. Levantó la vista por encima de las lentes y, mientras flexionó varias veces sus dedos, ordenó con determinación:

 -¡Enfermera!, bisturí, por favor.

Isidoro Irroca

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