El martillo se arremolinó en la tierra
con el gato,
con el perro,
y con algún buen cristiano.
(Enhebrados todos por el mismo clavo)
Cayeron en secuencia todos los vasos recónditos en el comedor,
secos sobre aquella infernal sala de fiestas
como bolos después de un strike inesperado.
Cayeron los enfermos, los viejos, las hormigas y las cigarras.
También cayeron los ataúdes de los groseros derviches
¡Afortunados al menos ellos por haber sido enterrados ya!
Dimitri Ruggeri
Publicado en Periódico de poesía 87
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