Y aún no me fui porque
el atardecer
a las malas puso cadenas
a cada intento libre de estos
pasos a dar sobre sendas inhóspitas.
Aciaga y confabulada dimensión
anochecida
que llega puntual cuando ajada
la fatiga trata de refugiarse
en el límite de la sinrazón.
Mientras allá en la otra ladera
amaneciendo
sin mácula alguna el primer
chasquido del alba ingenua parpadea
al saber que los sueños, continuarán.
Entre el barullo de los abrasadores
medio días
equidistantes, la mejilla izquierda deja
resbalar la seca lágrima de setiembre
como si fuera una espada de témpano.
Mientras todo esto suceda, otros
sábados
o días sin nombre volverán a este
paraje verde, pero tarde será, ya
las alas habrían dejado atrás al otoño.
Orlando Ordóñez Santos
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