Juventud, te comparo
al arroyo que sube del naciente
en el goce de huellas que ya no son de nadie
creciendo a la extensión de estambres juveniles
y declaradas rosas de vientres de milagro.
No pude ocultarme entre tus broches
y atrás quedó
mi temperatura
entre tus manos
para traerme en grave, devastada
ceremonia, a una íntima verbena
en delgadez de olivas,
-estrato de mi tiempo más reciente-
y también te comparo
a una resurrección
de brisas atrapadas
en pozos de agua dulce
donde se lavan sales
y el sabor de lo triste y lo vacío
o al goce de savia renovada
que en dunas del tiempo
empadrona el color de sus verbenas.
Esther González Sánchez -España-
Publicado en la revista Con voz propia 52
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