he de expirar en las lanas de tu cuerpo
para volver a fumarte una costra de ventura
en la peña o en la ladera.
Y si en la cascada me lavo
he de orinar el vientre
palpitar el tiempo corriendo
masticar las huellas de la tierra no tenida.
En las montañas parientas
en los caminos delineados
allí por donde pasé y no dejé rastro
en el cimarrón del olvido me brilló la cara de bestia.
En el diluvio de fuegos y de vientos
en el pasto de camino y el sin caminado
en el valle de Tenza
donde callé mis juicios y me hice un indio decente.
Allí no entendí cómo no logré medirle
menos aún en lo lejos que me fue su clara luz
en la meseta paridora de sueños
calibré mi mano sobre la frente y destiné no saber quién era.
Sin mula, ni yunta
sin juna, ni dueña
entendí quien no juera a ser
un olvidado de lo correcto
no sólo unos huevos y un palo erecto.
Supe que la tierra de mis manos
era el lúpulo intrépido
que me abrazó a la tierra de no camino
donde llego siendo entendido.
De mi vieja, de mis hijos
de mi madre y mis hayas
de quien no por mis letras
encuentra algo bueno en este campesino.
JOSÉ TORRES
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