se dejó desvestir mansamente;
cayeron los años como pieles viejas, pesadas de historia
cada una con su dimensión, su valor, su riqueza
descubrí que no guardaba horrores, ni quimeras
que sólo había un cansancio manso, una renuncia,
y la aceptación de no continuar buscando;
de conformarme con el recuerdo de haber sido,
de tener lo justo.
Pero lo atemporal estaba ahí, desafiante
desde un nuevo umbral, como en otro plano;
y tuve que desnudarme primero para asumirlo.
Yo también soy parte de lo atemporal.
de la maravilla que me atraviesa cuando
te tengo cerca, de esa realidad tan distinta
que se yergue desde la pequeña altura de tu cuerpo 7
desde la cósmica talla de tu Alma.
Por eso no hablo de amor Mujer
porque de él he hablado demasiado,
hasta reducirlo a una palabra rutinaria;
hablo de lo atemporal, de la maravilla
de la altura y el Cosmos;
hablo del asombro de dejarme desvestir,
de entregarte mis historias,
sólo para que me reconozcas
debajo de tanta vida acumulada,
y me sigas deslumbrando con esa claridad
que desnudó mi siesta.
Víctor Turquet -Argentina-
Publicado en la revista Con voz propia 52
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