Pídeme, ahora que no hay nubes
en mi futuro, pídeme,
que te cuente un cuento.
Sé que no te gustará,
pero en este momento,
sólo tengo ganas de fantasear,
de soñar y evadirme de la realidad
que no me ha tratado del todo mal.
A veces, hundirse en lo irreal,
resta importancia a la realidad,
que no se acaba de entender.
Escúchame, no te vayas tú también.
Siéntate, en el viejo sillón de mimbre.
Bébete un café con leche y óyeme
al menos cinco largos minutos.
No quiero emocionarte, ni convencerte,
sólo necesito que me escuches
para que mi alma se desahogue,
si es que tengo alma.
No te muevas, serán sólo
unos pocos minutos.
No necesito más,
pero tengo que contártelo
porque debes compartir conmigo
esta nueva historia.
Sé que acabarás interesándote
y que me ayudarás a olvidar.
Siempre supiste entenderme
y conseguiste que mirase a otro lado
y me ocupase de un nuevo proyecto.
Por eso no te levantes,
quédate hasta que te cuente
el motivo de mi desilusión.
Me dirás que me advertiste,
que sabías lo que iba a pasar
y te contestaré que estabas en lo cierto
que lo viste todo con más claridad que yo.
Sé que terminarás por aliviar
mi sufrimiento y conseguirás
que me tranquilice
y empiece a buscar
nuevos caminos donde quizás
me vuelvan a engañar una vez más.
Ha sonado la puerta.
El sillón está vacío.
Estoy hablando a las paredes.
Esta vez no quisiste escucharme.
Quizás era demasiado tarde.
Del libro inédito confusión de
JOSÉ LUIS RUBIO
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