He escuchado su voz, diáfana y muda,
tras las palabras que en silencio leo,
y en mi sueño más íntimo, la veo
casi a mi alrededor, casi desnuda.
El pudor de su espíritu se anuda,
serpiente protectora, a su deseo,
permitiendo no más un galanteo
tras el que el alma tímida se escuda.
Yo construyo sobre ella mis visiones,
consciente de las mínimas opciones
que me concederá la realidad.
Y escucho cuanto piensa, mas no dice;
mientras parte de mí vibra y maldice
entre mi empeño y su formalidad
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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