Como dijo Sócrates, sólo sé que no sé nada. Al menos es algo, porque hay mucha gente que ignora incluso su ignorancia, que es tan atrevida que se dedica a opinar de lo que no sabe y, lo que es peor, a valor lo que hacen los demás de su vida privada.
Solo sé –como cualquier otra persona de mediana inteligencia- que el tiempo no pasa, en absoluto, que permanece inmutable a la espera de un golpe impaciente que lo transforme en vivencias, recuerdos, memoria imborrable u olvido pasional. Sólo sé que no se puede vivir desde la tumba, y que el aire no es tan puro ni las fragancias tan embriagadoras cuando se respira desde un cráneo pelado por las edades y los gusanos.
Que nadie se confunda: no hay tristeza en la asunción de las realidades dadas y las que han de venir con absoluta certeza, sólo comprensión y análisis. No hay ninguna tumba bella, ni mausoleos que produzcan dulces frutos de juventud. Sólo existe el aquí y ahora, el presente que nunca está porque se transforma en pasado que se va alejando como un tren en la noche, o en futuro que está a la vuelta de la esquina... o no está porque ese mismo tren nos lleva el día menos pensado.
Solo sé –como cualquier otra persona de mediana inteligencia- que el tiempo está para aspirarlo, estrujarlo, retorcerlo, exprimirlo, besarlo y dormirlo en un abrazo de sueños infinitos, de vivir gozos y sombras, pálidos besos o ardientes desafíos.
Francisco J. Segovia -Granada-
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