Isaac pasó tan deprisa
por nuestras azules costas
que cangrejos y langostas
quedaron muertos de risa.
Sin zapato y sin camisa
iba el ventoso rufián,
y aquí ni Pedro ni Juan
llegaron a darse cuenta
que fue sólo una tormenta
con ínfulas de huracán.
Francisco Henríquez
Publicado en Carta Lírica
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