jueves, 7 de marzo de 2013

LA IGUALDAD DEL OLVIDO


Y entraron las libélulas para dar luz al estropicio de bisagras oxidadas, cristales rotos y repisas abatidas. Como sombras sedientas, los bichos desordenaron la noche con su pandemonio de intermitencias ardorosas.

Hasta entonces, la bóveda había permanecido oculta al eco bobo del bullicio y a los aires rancios del combustible quemado; la oscuridad se había guarecido allí, bajo la negra loseta del panteón familiar de tres apellidos.

Fue una invasión temible pese al poder artillado de una guardia cargada de olores diversos, huesos en punta, bocas siniestras y velas apagadas por un soplido remoto.

Las libélulas sobrevolaron las abulias de los muertos, sus tercas muecas, últimas y tiesas; giraron en derredor en el largo y angosto vestíbulo donde la furia escandalosa de lo extinto celebraba el horror.

En ese refugio del olvido, los insectos clarearon el estrago, iluminaron la historia, alumbraron el desorden. Por un instante amarillearon la cripta y opacaron el reverbero azulnegro de una estirpe que había practicado sometimientos de índole diversa, reclutando inválidos, sembrando miseria y explotando negritos que ni nombres tenían; un linaje ahora mustio entre maderas podridas y verdes abrazaderas de bronce. Esas ánimas no habían merecido ni la piedad del infierno y seguían allí, muriéndose para siempre.

Las urgentes libélulas, que deseaban multiplicarse en un cobijo sereno, en un resguardo silencioso, en un regazo caliente, advirtieron que no era un buen lugar para la vida y sólo dejaron sus heces.

RICARDO RUBIO
Publicado en el blog ricardorubio.fullblog.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario