No pude resistirme a aquellos ojos tristes de mirada serena traspasando los míos. Sentí su voz de terciopelo acariciar mi corazón y no supe qué decir, tan sólo aspiré el suave perfume que exhalaba su cuerpo inundando el aire de primavera.
Llevo ese aroma tatuado en la piel, grabado en la memoria, incrustado en el alma. Aún conservo el sabor de aquellos labios sedientos que bebieron toda la lluvia de una noche de otoño en mi regazo.
María José Abia
Publicado en el blog patricianasello547
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