El mar es un camposanto de lágrimas.
El cielo, el espejo empañado del vaho
de los agónicos lamentos.
La tierra que besan las aguas salinas,
el abrazo vacío ausente de emociones.
Y el aire, el aire
sólo trae llantos de niños muertos
en amaneceres de rocío sangriento
y mudo trino de las aves.
Francisco J. Segovia -Granada-
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