Beber un vino solitario,
a las seis, cuando el cielo
cristalino de octubre cae
lento y el día es
anónima medida, cifra
que cada cual recoge y dobla
como antigua carta de amor,
estéril, en la memoria;
beber sin nadie el vino,
beberlo como un símbolo
de amistad con lo otro
que comienza en el límite
de nuestra piel: es lo que llaman
algunos, estar solo,
otros, los que no saben
la destructiva labor del alma,
estar en armonía, acuerdo
consigo, satisfecho, incólume
como el canto de la cigarra.
Sombra, extravío o fronteriza
claridad descienden
sobre el que bebe, a cierta hora,
bajo el atardecer, su sangre,
profanando el secreto
o la esencia del límite
que instituyen la sangre y el vino
como un oscuro simulacro.
Luce en vano el externo sol, en vano
estremece hojas el viento,
tiembla el álamo y la retórica
paloma insinúa su alianza
del yo y el tiempo; en vano
desandaremos los caminos,
pediremos a la memoria
un perfume
o el resplandor de algunos ojos
amados y remotos;
las ramas de los sauces tocan
la sobriedad del agua: un día
nos iremos en vano.
Del libro Ensayos elegíacos de
Norberto Silvetti Paz -Argentina-
Publicado en el blog lospoetasnovanalcielo
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