Olimpo y atalaya de funestos moradores,
refugio displicente de furtivas alimañas
donde tejen clandestinas las siniestras telarañas
camufladas de bondades, de limosnas y candores.
Señores, saciamos vuestra sed con los sudores
convirtiendo sus hedores en aroma de patrañas
y sus traiciones en divinas concesiones. Pirañas
que con saña refinada ejecutan los horrores.
A quien oiga le conmino
a escuchar al disidente
de este hacer luciferino.
A callar al complaciente
trepador de su destino.
A quien oiga le conmino
a gritar en voz valiente
las miserias del camino.
Gustavo González -Vallladolid-
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