martes, 8 de enero de 2013

POEMA


Y se murió de espanto
cuando amados violines
volvían a brotarle por sus venas.
A la memoria retornaban :
que ya no había remedio; ni placebo
¡Para vivir hay que vivir en carne viva¡.
Huracán fueron sobre su cuerpo,
desabrochada la conciencia ,
desnuda la expusieron.
- sin un jirón de piel con qué cubrirse -
Ni del corazón quedó rincón
que no le fuera sacudido .

Y tembló por los relojes a galope.
Y tembló por su sangre florecida.
Y tembló por la tala de sus ramas.

Del libro ES UN CRIMEN TALAR EL ALMENDRO FLORECIDO de MARÍA TERESA BRAVO BAÑÓN -España-
Publicado en La Biblioteca

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